• 24 septiembre, 2024

Ya lo dijo Mike Boyle: “primero el juego, la competición viene mucho más tarde”. La vida son elecciones, pero a veces nos obligan a tomar decisiones cruciales para nuestro futuro demasiado temprano. Cuando esto ocurre en deporte recibe el nombre de especialización temprana. Con los niños y adolescentes pasa lo mismo. Crecen demasiado deprisa como para que los aceleremos más aun especializándoles desde que tienen uso de razón en un deporte. Con la especialización temprana les cerramos puertas. En la fase pre deportiva se busca el desarrollo psicomotor, no el rendimiento. Se utiliza el juego como vehículo de aprendizaje, no la competición (Rodríguez García & Moreno Murcia, 1995). Se ve evolucionar a los chicos, veo un progreso por días: lanza el balón, da patadas, corre, disfruta, interactúa conmigo. 

Se tiene la impresión de que los padres queremos que nuestros hijos vayan en bicicleta, cuando no saben ni siquiera pedalear. Una investigación reciente valoró la recepción de balón en niños con edades comprendidas entre los 3 y los 12 años. El grupo de niños entre 5 y 7 años sólo era capaz de recepcionar el 37.7% de los balones lanzados. En el grupo de 7 a 12 años el índice de acierto era del 99%.

En un contexto formativo, considero necesario que en las primeras etapas el aprendiz adquiera un repertorio motriz suficiente que le permita afrontar con garantías de éxito cualquier reto motor que se le plantee en un futuro. Una formación deportiva multidisciplinar, debidamente planificada, en la que se potencie la formación integral de todas sus capacidades y se estimule el desarrollo del mecanismo perceptivo, la toma de decisiones y el mecanismo de ejecución en todos los niveles y entorno, dotará al deportista de un mayor número de experiencias y herramientas que le permitan afrontar con mayor éxito su formación deportiva futura. No debemos entender la formación multidisciplinar como una “pérdida de tiempo”, sino como una inversión para nuestros deportistas”, admite Dr. Carlos Medina-Pérez, profesor asociado de la Universidad Isabel I. 

Los cambios son increíbles de una edad a otra. Si forzamos a los pequeños demasiado pronto a realizar determinados gestos técnicos propios de un determinado deporte, si buscamos esa especialización temprana, corremos el riesgo de que ocurra una de dos: no descubran lo que realmente les apasiona o acaben abandonando la práctica deportiva por frustración. Es curioso, pero muchos padres, por el hecho de serlo, se convierten en entrenadores, educadores, fisioterapeutas…

Hay padres que fruto de sus anhelos frustrados, contemplan desde que su hijo tiene un mínimo uso de razón, conseguir el máximo rendimiento. Buscar este objetivo a estas edades, puede destrozar el amor hacia el deporte durante el resto de la vida de un niño. “El juego y la diversión asociada a este es un elemento imprescindible en la adherencia a la actividad física. No solo en edades tempranas sino en cualquier edad. Ahora bien, como docente no me gusta desligar ninguno de estos aspectos de la reflexión sobre la propia práctica, que debe acompañar a cualquier proceso formativo. Por tanto, el juego y la diversión deben estar presentes en los procesos formativos, pero no debe ser el único elemento a tener en cuenta en nuestra acción docente”, afirma el profesor Medina-Pérez.

La experiencia es la madre del aprendizaje. Tenemos que dejarles que experimenten con diferentes deportes. Que prueben, que vean qué les gusta y qué no. Enseñar es descubrir y eso sólo lo pueden hacer por si mismos. Podemos acompañarles, pero nunca podremos andar por ellos. El camino es suyo, hay mil maneras de recorrerlo. Dejémosles que anden, que corran, que salten, que den mil vueltas… Que se diviertan, porque sólo así, y no con la especialización temprana, conseguiremos que no lo abandonen nunca. “El padre que ejerce de entrenador es una equivocación. Como padre no tenés que esperar que el niño rinda. Es una equivocación. Hay que recordar el motivo por el cual el niño elige un deporte. Lo hace porque se relaciona y porque es un deporte sano. No hay que confundir el objetivo. La motivación tiene que ir relacionado con el esfuerzo. Hay que felicitar a los niños porque jugaron bien, por el pase que hizo. No hay que motivar para que el niño haga más o que haga cosas que el entrenador no pide. Cuando acaba el partido es típico encontrar quejas de los padres exaltados. Cuando el niño escucha eso se siente valorado y evaluado. Y no se siente animado, entonces pierde por completo el fin que tenía de jugar. El que tiene que corregir es el entrenador. Sí hay que reforzarles los valores como el respeto, la disciplina, el compañerismo. Lo otro, sobre si jugaste bien o mal, ya es tarea de los entrenadores. Los padres no deben quitarle autoridad al entrenador”, concluye la psicóloga Patricia Ramírez.

En edades tempranas hay que animarlos a seguir jugando y divertirse y, conforme crecen, los juegos se convertirán en deporte y nacerá el gusto por ellos. Con el apoyo de padres, madres, tíos, tías, abuelitos… con seguridad despertarán su interés por los deportes. De cualquier manera, el niño y la niña demostrarán preferencias naturales para ciertos deportes o actividades. Por ahí se empieza, se observa qué les gusta hacer y considerando su edad, madurez y habilidades físicas y mentales.

De 2 a 5 años de edad: los niños pequeños y pre-escolares empiezan apenas a dominar algunos movimientos básicos, pero son aún demasiado jóvenes para los deportes organizados. Por lo que si participan en algún deporte organizado a esta edad, la realidad es que no van a adquirir ninguna ventaja a largo plazo en términos de desarrollo para el deporte organizado que se esté eligiendo. Generalmente a esta edad los juegos “libres de reglas”, sin ninguna estructura, son la mejor opción, como por ejemplo: correr, brincar, lanzar, atrapar, jugar en el agua.

De los 6 a los 9 años de edad: conforme las niñas y los niños van creciendo, su visualización y habilidades físicas y mentales se desarrollan más. Ponen más atención cuando se les aplaude, cuando hacen algo bien entendiendo mejor de qué se trata el juego, siendo más capaces de seguir indicaciones y ciertas reglas. En esta etapa se puede considerar jugar: balonmano, softbol, béisbol, atletismo, fútbol, gimnasia, natación, tenis de mesa, por ejemplo. Por otra parte, entre los 7 y 8 años de edad podrían empezar a enfocarse en algunos ejercicios de técnica y movimientos propios o adecuados de cierto deporte, pero sólo bajo la supervisión cuidadosa y adecuada de un buen entrenador.

De los 10 a los 12 años de edad: a esta edad los niños ya tienen cierta madurez de visualización y la habilidad de entender y llevar a cabo estrategias en los deportes. Estos niños están típicamente listos para enfrentarse a deportes de habilidades más complicadas como son el fútbol, baloncesto, volibol. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que los cambios hormonales que empiezan a sufrir por la pubertad pueden temporalmente afectar su coordinación y equilibrio.

Cualquiera que sea el deporte que se elija, es importante asegurar que se tenga una buena base de técnica y movimientos propios o adecuados para ese deporte.

 

Referencias

Fernández-Losa, J.; Cecchini, J.A.; Pallasá, M. (2013) La recepción de balón en niños con edades comprendidas entre los 3 y los 12 años. Revista Internacional de Medicina y Ciencias de la Actividad Física y del Deporte 13.50 (2013): 279-294.

Rodríguez García, P. L. & Moreno Murcia, J. L. (1995). Importancia de la iniciación deportiva en el ámbito escolar. Sistematización del proceso de formación deportiva. II Congreso de Ciencias del Deporte, la Educación Física y la Recreación. Lérida.

Ir al contenido